Cuando el sábado 17 de diciembre de 2017 Carla Seguel Cartes (36) y Paulina Villegas Paredes (38) abrieron el portón de su propiedad a quienes transitaban por la Ruta 148, nunca se imaginaron el éxito que les reportarían sus empanadas de carne mechada y algunos dulces, apostando en ello todos sus sueños.
Primero llegaron solo dos personas, las que al final de esa jornada sumaron unas 20, muchas de las cuales siguen arribando y con quienes han cultivado una sólida amistad. El número se ha multiplicado por varias veces al punto que los fines de semana simplemente no dan abasto para responder a la demanda en su negocio de comida Contigo Pan & Cebolla, en el kilómetro 17,5 del camino a Bulnes, cercano al Puente 3.
Carla, diseñadora gráfica, aprendió los secretos de la cocina con su abuela y su madre, conocimientos que empezó poniendo en práctica en el local de una prima en el Mercado de Concepción, mientras Paulina estaba aún saliendo de un luto tras la muerte de su hermana gemela quedando al cuidado de su sobrino de entonces 11 años.
Se conocen hace 18 años y partieron viviendo juntas en el centro penquista hace unos cinco. En ese periodo llegó la hora de que Carla hiciera su práctica profesional por seis meses. Recorrió muchos lugares, pero en ninguno le remuneraban.
La opción era irse a Santiago pero la descartó, porque a esas alturas ya se había convencido de que trabajar con horarios y jefes no sería lo suyo.
"Hoy ya estamos en el punto que tenemos que tener a dos personas de apoyo el fin de semana. Una señora para que pique la cebolla y otra que nos ayude a atender las mesas. La oferta se ha diversificado bastante y hoy hay más variedad de empanadas, pastel de choclo casi todo el año, ajiaco hecho con carne asada, palta reina, pizzas y embelecos dulces como kuchenes, pie de limón entre otros. Todas las cosas las hacemos como se hacían antes, con los aliños de antes, con algo de innovación, pero básicamente nos ajustamos a las comidas más tradicionales con el toque rural y pensando como nos gustaría comer a nosotras, y pensando en las familias, los amigos y los clientes que llegan acá y eso siempre se conservará", precisa Carla.
Las tareas están bien asignadas; Carla es la que cocina y le pone el sazón a todo, mientras Paulina carga y hornea los platos en dos hornos a leña, recibe, atiende a los clientes, aunque el trabajo puertas adentro es de lunes a lunes.
Todo lo que se gana se ha ido invirtiendo. "Quizá no vamos a cambiar tanto más sino en mejorar las instalaciones, porque tampoco es la idea reventarnos trabajando. Tampoco queremos ser un súper restorán, sino mantenerlo como una especie de "picada".
Los lunes tratan de descansar un poco, realizar trámites personales o propios del giro del negocio y tratan de almorzar fuera para no cocinar al menos un día. Los martes son de ir temprano a la vega y a supermercados en la camioneta que les facilita el padre de Carla, y se empieza a adelantar algo de trabajo; los miércoles se hace la masa de las empanadas y todo lo que se pueda dejar guardado refrigerado. Los jueves se dedican a la preparación del pino, que es lo más trabajo da, y lo que es de repostería y los viernes se arman las empanadas y se prepara todo para los que van a empezar a llegar a eso del mediodía.
Los viernes es día de apertura, se supone que pasadas las 12.30, pero la gente comienza a llegar a las 12:00. Eso, sin contar los que pasan a comprar empanadas o algún dulce para llevar a las 11:00 o horas.
Las puertas no solo se abren para los clientes sino también para otros pequeños emprendedores de la zona, como Patricia Etcheverry a quien compran panes integrales, con diversas semillas y sin manteca que se venden en el local y las verduras y hortalizas frescas que les provee Ruta 48, un productor de Quillón.
Todo este crecimiento ha sido de boca en boca y vía redes sociales. Tienen clientes que vienen de Coronel, Talcahuano, Chiguayante, Penco. "Aquí nuestros clientes encuentran buena onda, cariños, hay una relación más humana que es la esencia de la amistad, de acoger a las personas", comenta Paulina, quien advierte que las familias de ambas las han ayudado en este proyecto.
La idea es a futuro hacer una especie de mercadito donde el resto de los microempresarios rurales tengan un espacio donde vender sus productos. Y en parte de los 1.300 metros cuadrados que tiene la propiedad, tener una especie de filial, que se llame algo así como Contigo Pan & Cebolla Eventos, con piscina, juegos para los niños y quincho. Por ahora, todo lo que se gana se invierte en el negocio, en mejorar las instalaciones para dar cada vez un mejor servicio.
Primero llegaron solo dos personas, las que al final de esa jornada sumaron unas 20, muchas de las cuales siguen arribando y con quienes han cultivado una sólida amistad. El número se ha multiplicado por varias veces al punto que los fines de semana simplemente no dan abasto para responder a la demanda en su negocio de comida Contigo Pan & Cebolla, en el kilómetro 17,5 del camino a Bulnes, cercano al Puente 3.
Carla, diseñadora gráfica, aprendió los secretos de la cocina con su abuela y su madre, conocimientos que empezó poniendo en práctica en el local de una prima en el Mercado de Concepción, mientras Paulina estaba aún saliendo de un luto tras la muerte de su hermana gemela quedando al cuidado de su sobrino de entonces 11 años.
Se conocen hace 18 años y partieron viviendo juntas en el centro penquista hace unos cinco. En ese periodo llegó la hora de que Carla hiciera su práctica profesional por seis meses. Recorrió muchos lugares, pero en ninguno le remuneraban.
La opción era irse a Santiago pero la descartó, porque a esas alturas ya se había convencido de que trabajar con horarios y jefes no sería lo suyo.
En las buenas y en las malas
Aquí es donde la idea de un proyecto propio surge como un plan de vida, para ambas, y surge el nombre Contigo Pan & Cebolla, "en las buenas y en las malas", dice Paulina. De ahí en adelante todo ha sido construir ese sueño peldaño a peldaño, a pulso y con trabajo duro. Carla pidió a su padre el sitio del frente por el lado del río para instalarse con su negocio. Juntaron plata durante un año para construir su casa y se fueron a vivir en la casa de los padres de Carla por seis meses, siempre trabajando, para atender a los clientes que de viernes a domingo seguían llegando por las empanadas de carne mechada."Hoy ya estamos en el punto que tenemos que tener a dos personas de apoyo el fin de semana. Una señora para que pique la cebolla y otra que nos ayude a atender las mesas. La oferta se ha diversificado bastante y hoy hay más variedad de empanadas, pastel de choclo casi todo el año, ajiaco hecho con carne asada, palta reina, pizzas y embelecos dulces como kuchenes, pie de limón entre otros. Todas las cosas las hacemos como se hacían antes, con los aliños de antes, con algo de innovación, pero básicamente nos ajustamos a las comidas más tradicionales con el toque rural y pensando como nos gustaría comer a nosotras, y pensando en las familias, los amigos y los clientes que llegan acá y eso siempre se conservará", precisa Carla.
Las tareas están bien asignadas; Carla es la que cocina y le pone el sazón a todo, mientras Paulina carga y hornea los platos en dos hornos a leña, recibe, atiende a los clientes, aunque el trabajo puertas adentro es de lunes a lunes.
Todo lo que se gana se ha ido invirtiendo. "Quizá no vamos a cambiar tanto más sino en mejorar las instalaciones, porque tampoco es la idea reventarnos trabajando. Tampoco queremos ser un súper restorán, sino mantenerlo como una especie de "picada".
Los lunes tratan de descansar un poco, realizar trámites personales o propios del giro del negocio y tratan de almorzar fuera para no cocinar al menos un día. Los martes son de ir temprano a la vega y a supermercados en la camioneta que les facilita el padre de Carla, y se empieza a adelantar algo de trabajo; los miércoles se hace la masa de las empanadas y todo lo que se pueda dejar guardado refrigerado. Los jueves se dedican a la preparación del pino, que es lo más trabajo da, y lo que es de repostería y los viernes se arman las empanadas y se prepara todo para los que van a empezar a llegar a eso del mediodía.
Los viernes es día de apertura, se supone que pasadas las 12.30, pero la gente comienza a llegar a las 12:00. Eso, sin contar los que pasan a comprar empanadas o algún dulce para llevar a las 11:00 o horas.
Las puertas no solo se abren para los clientes sino también para otros pequeños emprendedores de la zona, como Patricia Etcheverry a quien compran panes integrales, con diversas semillas y sin manteca que se venden en el local y las verduras y hortalizas frescas que les provee Ruta 48, un productor de Quillón.
Todo este crecimiento ha sido de boca en boca y vía redes sociales. Tienen clientes que vienen de Coronel, Talcahuano, Chiguayante, Penco. "Aquí nuestros clientes encuentran buena onda, cariños, hay una relación más humana que es la esencia de la amistad, de acoger a las personas", comenta Paulina, quien advierte que las familias de ambas las han ayudado en este proyecto.
La idea es a futuro hacer una especie de mercadito donde el resto de los microempresarios rurales tengan un espacio donde vender sus productos. Y en parte de los 1.300 metros cuadrados que tiene la propiedad, tener una especie de filial, que se llame algo así como Contigo Pan & Cebolla Eventos, con piscina, juegos para los niños y quincho. Por ahora, todo lo que se gana se invierte en el negocio, en mejorar las instalaciones para dar cada vez un mejor servicio.